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"Une
certaine tendence du cinéma française" es el título de un famoso
artículo escrito a principios de 1954 por François Truffaut que fue
publicado en la revista más prestigiosa de cine mundial por aquellos
momentos, "Cahiérs du Cinema".
El texto
contenido en ese artículo puede considerarse como el punto de arranque de
las teorías fílmicas de la conocida corriente denominada Nouvelle Vague
francesa.
Esta nueva ola modificó las normas narrativas y temáticas del mundo del
cine y abordó críticamente la totalidad de la historia del mismo,
significando en su valía la importancia de la teoría de autor.
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Años atrás
al escrito de Truffaut, en 1948, el director y crítico francés Alexandre
Astruc ya había concedido gran importancia en la revista "L'Ecran
Français" al trabajo del realizador/autor, proclamando un nuevo estilo
fílmico acuñado como "caméra-stylo" y afirmando: "Si el
escritor escribe con una pluma o un bolígrafo, el director escribe con la
cámara".
Lamentablemente y a veces, este afán estilístico conlleva una rémora en el
contenido plasmado en pantalla, pudiendo provocar la dictadura del estilo,
otro error en la forma de proyectar un título cinematográfico.
Otro gran
teórico del cine, André Bazin, editó junto a Jacques Doniol-Valcroze en 1947
una nueva publicación sobre el séptimo arte, llamada "Le Revue du
Cinema", que con el paso de los años se rebautizaría como "Cahiérs
du Cinema", revista en la cual comenzarían a colaborar gente como el
citado Truffaut, Claude Chabrol, Jean Luc Godard, Jacques Rivette o Eric
Rohmer, personajes con un afán crítico demoledor pero constructivo.
Demoledor contra el cine academicista instituido en la Francia de la época y
constructivo en el asentamiento de los cimientos del cine moderno.
Truffaut en su artículo atacaba a las producciones que sólo se ocupaban de la
"qualité" y las buenas adaptaciones literarias y se olvidaban de
aportar su punto de vista personal a la obra.
Los
creadores de la
Nouvelle Vague se preocupaban por
que el film se
considerase por encima de todo como una obra de autor, significaba que el
director tenía que encontrarse creativamente por encima de cualquier otro
personaje envuelto en la producción de la película, la película tenía que
salir de él; ni el guionista, ni el productor, ni los estudios podían
inmiscuirse en la labor creativa del verdadero hacedor del film, el
director y sus ideas sobre el cine y la vida.
Al mismo tiempo, proclamaban una mayor libertad narrativa, ausencia de
comercialidad como fin y un mayor número de filmaciones en localizaciones
exteriores y naturales.
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Bien es
cierto que con el paso del tiempo, estos propios directores, con raras
excepciones, se acomodaron a un cine más comercial y su narración se ubicó en
formas clásicas pero intentando mantener sus premisas básicas sobre el modo
de construcción de sus obras.
Estas condiciones y características fílmicas establecieron asimismo una
revisión crítica a muchos antiguos cineastas, en muchos ocasiones injusta y
que ellos mismos, con el paso del tiempo se retractarían de sus previos e
influyentes comentarios.
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Lo
verdaderamente importante es que la teoría de autor y sus convicciones
creativas provocaron una convulsión en el mundo del celuloide, que ya había
comenzado unos años antes del debut de los críticos del "Cahiers de
Cinema" con las películas de Louis Malle "Ascensor para el
cadalso" (1957) y "Los amantes" (1958) o de Roger Vadim
"...Y Dios creó la mujer" (1957), film en el cual se presentaba
en sociedad a la sex-symbol Brigitte Bardot.
Fueron
títulos de notoria resonancia comercial y bajo presupuesto, que animarían a
los beligerantes críticos franceses a emprender sus propios largometrajes
tras debutar anteriormente haciendo cortos.
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François
Truffaut obtendría un clamoroso triunfo con "Los cuatrocientos
golpes" (1959), pelicula dedicada a su mentor André Bazin y con la cual
ganó el premio al mejor director en el Festival de Cannes. Asimismo
introducía a un personaje clave en su cine, su alter ego Antoine Doinel,
interpretado por Jean Pierre Léaud.
Jean Luc
Godard asombraría con "Al final de la escapada" (1959), un film
ya mítico, ideado por François Truffaut y con diseño artístico de Claude
Chabrol. El propio Chabrol presentaría "El bello sergio" (1958),
un título financiado con la cuantiosa herencia de su mujer.
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Junto a
ellos, una gran cantidad de cineastas surgieron en Francia siguiendo las
nuevas tendencias: Alain Resnais, Jacques Demy, Philippe De Brocca, Alain
Robbe-Grillet, Agnes Vardá o Jean Rouch, entre otros muchos, fueron
creadores que revolucionaron los convencionalismos establecidos, siendo
imitados en muchos países por las nuevas corrientes de realizadores jóvenes
con ganas de mostrar al mundo un cine más personal, independiente y
liberado.
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